Andamos siempre cayendo. En sí esto es maravilloso y fascinante. Sin embargo, intentamos evitarlo. A veces nos esforzamos en negarlo ¡inutilidad sin remedio y encima nos hacemos daño! A veces disimulamos ¡y se nota! Nos hemos olvidado de dejarnos caer con gracia. En el acto de creación, argumentamos, historiamos, causalizamos, demostramos… El resultado de estas prácticas temerosas (nos) da miedo. ¿Cómo hacer para volvernos a maravillar de las grietas? ¿Cómo sugerir sin decir? ¿Cómo mostrar sin demostrar? La dificultad de lo más simple consiste en dejarse caer alegremente, romper las ligas (logocéntricas, perspectivescas, ilustrativas, acomodadas) y abrir(se) (a)l mundo como seres recién nacidos. Seres plásticos que cuando caen, no se rompen.